Y si digo que hoy me he enterado

Qué por fin has regresado, ¡estoy mintiendo!
Sentí el avión en el que llegaste cuando pasaba por mis rumbos.
Sentí el vuelo llegar y tu arribo... y lo demás
Bueno, lo demás no importa mucho si no es conmigo.
Cuando un día antes llamé a la oficina en donde trabajabas y me dijeron que no te habías presentado.
Pregunté si habías renunciado y creí que nunca volverías.
Pero hoy, hoy he confirmado tu regreso
Qué sordos podemos ser a nuestra intuición, ¿No te parece?
No tienes idea de cómo he hecho guerra conmigo para llamarte... 
y sobretodo escucharte...
Vibré, temblaron hasta mis huesos, me excite hasta el cansancio y finalmente no lo hice. Algo en mí logró convencerme: "vamos si ella está interesada, ya llamará" -me repetía.
Cedí y esperé algo ansioso el intermitente "ring, ring, ring" nocturno y me recriminé por la falta de contestador. Insisto: ¡Que sordos podemos portarnos con nuestra intuición.
Esa noche te llamé para encontrarte tibia y somnoliente... ¡Cómo se te ocurre hablar de negocios cunado estoy empapado de las ganas de decirte TE EXTRAÑO!
He hablado tanto de tí con la almohada, con el tipejo del espejo; con amigos, con la mirada ausente del vecino en el transporte público, con... ¡Bah! Total, que me lamento por no poder hablar, hablar contigo y decirte que ¡TE EXTRAÑO!
Este par de palabras me recuerdan la posibilidad de hacerlas reales y me retroalimento  de mí y de las ganas de estar juntos y romper esta capa de hielo que me chupa y me deja sin cueros. Recuerdo cómo nos hemos pensado y a esas horas cómo he gastado -con la mirada y el recuerdo- tu foto mía.
Esa que con cierta duda finalmente me regalaste y la recorro cada centímetro y la observo en tus formas, en tus colores, en tus aromas y en tu siluetas.
Me pierdo en tu figura, en tu pijama color durazno, en tus pies desnudos; en tus flexionadas extremidades, en tu sexo desangrado, en tu escote, en tu cuello intransigente, en tu sonrisa vertical, en tu mirada sin igual. Me pierdo en tu mirada y paseo y vuelo contigo, "la que vuela".
Mi mente viaja mucho mas rápido que mi mano derecha y no puedo mas que retener la imagen del calor de tu aliento inconscientemente amoroso mientras duermes y te desprendes de todo lo que no seas tú y así, transparente, yaces en este lado derecho de mi lecho; tan siempre tuyo, tan ahora nuestro; tan lleno de tí y de tu vaciedad.
Y en la mañana, aún que tu aroma casi se ha ido, tu presencia se comienza a llenar de tu ausencia; de la ausencia de tí y las sábanas imploran tu regreso y -mientras tanto- mi torpe mano sólo insiste en... también en escribir "déjame despertarte con un beso".

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