Y la vida comienza al borde del ocaso.

Y el mundo está a menos de dos horas de morir una vez mas, el fin es inevitable...
Aunque el horario de verano nos de una hora de más de día al día... al final el ocaso siempre llega.
Como siempre el juicio final llegará; lo curioso es que hoy se me ha ocurrido adelantarlo y lo siento en este momento, justo un par de horas antes del ocaso natural.
La pesadez del aire que respiro -mas o menos limpio- encorva mi columna, permitiendo así que la tristeza exhalada se reencuentre conmigo; se recicle, se intensifique.
Esta tristeza vítrea que se recupera al 100% e invade -ya- todo este cuerpo que ahora ocupa todo este ser terrenal.
El ocaso se acerca y yo sigo escribiendo.
¿Cuánto hace que no disfrutaba como hoy la pesadez extrema del vacío? ¿Cuánto hace que no sentía las caricias del pasto sobre mis juveniles músculos de la espalda? ¿Cuánto hace que no recordaba que puedo dejar de joderme con el "cuánto hace"? y me concentro en la sensación de pesadez, en el césped rugoso y su tacto; en las efímeras nubes y su transitar... en mirarlas, significarlas y hasta hacerlas protagonistas de una historia absurda; en abrir los poros para beberme los últimos rayos de sol para esta parte del mundo tan opuesta al sol que te calienta las ganas.
Y sustituir la escritura por la dedicación a esta sensación de vida.
La vida, por lo menos hoy, comienza al borde del ocaso.

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