Duermo inquieto,

…me muevo; el dolor de la fractura en la séptima costilla me despierta. 

No se quién soy ni en dónde estoy, comienzo a reconstruirme. 

Me levanto, abro la puerta y la farola de la carretera me recibe colmada de neblina; el bosque comienza a entrar en mí.

Camino trece pasos, me detengo acariciado por la llovizna.

Abro los brazos y recibo con la lluvia tu presencia: el amoroso recuerdo de tu espalda desnuda en nuestro colchón, el fugaz sonido de tus latidos en mi almohada, la incesante presencia de nuestro aroma en las sábanas recién lavadas… 

El cielo canta con tronidos de relámpagos que amenazan con devolverme a esta tierra. 

Me colmo de tí, de nosotros.

Regreso húmedo y ardiente a mi cama, me abrazo a mi regazo y duermo pensando en lo maravilloso que es sen-tir-te… 

En lo bendito que estoy cuando somos “nosotros”.


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