Y en mi cama recostado

Otra vez, una vez mas, boca abajo; recargando mi vientre en esta almohada que ya no se si todavía huele a tí o si es que nuestro aroma es tan parecido a un nosotros. Prendo un cigarrillo y la sensibilidad cede un poco.
Vargas Llosa no fue hoy tan imprudente como para evitar que las líneas se conviertan -poco a poco- en una concatenación de signos aislados e insignificantes; en una rutina sin continuidad, sin sentido.
Una vez mas libro mi batalla contra el viento que se cuela por la ausencia de ese vidrio que no es y que insiste (el viento) en descubrir un translúcido espacio por donde -a lo lejos- se vislumbra el poniente...
Creo que no tienes idea de lo que digo... yo si; creo también que me basta.
Otra vez -una vez más- el macho siamés insiste en conseguir de su gata lo que ella decide no darle, no ahora; no mas. Y maúlla y se retuerce (mi tímpano izquierdo) se retuerce y maúlla (el siamés). Me veo obligado a extraer de mi recuerdo ese sentimiento amargo y filoso con el que siempre logro callarlo.  Creo también que si alguna experiencia me sirve para apaciguar tan lascivo impulso sonoro... es bienvenida.
Creo además que la curiosidad es mas fuerte que la vanidad y que seguirás leyendo aun cuando ya haz notado que lo que menos pretendo es explicarme.
Las moralinas y cursilerías me marean y, sin embargo, hasta el cenicero empañado de de polvo deja entrever el nombre del castillo donde la mas reciente navidad dormimos juntos en la capital del estado, en Toluca.
Hasta el viento al entrar en contacto con mi piel desnuda me produce temblorina. Mas que por su temperatura, por la evocación del calor de tu aliento mientras duermes sobre.... ¡Bahhh, qué importa!
Si... sigues aquí en donde estoy, a donde vaya; por donde transite en medio de mi mas íntimo cuarteto de paredes verdes; por el mas profundo rincón de mi manifiesto sentimiento. Allí... Aquí, sigues estando Pre-Sen-Te; cada vez mas nebulosa, cada vez con menos iconicidad... pero presente.
Llegas de nuevo, comienzas a conformar un recuerdo y -cuando se vuelve medianamente claro-  corres, te escapas, te desvaneces; dejando solo la sensación de saberte aún presente... escurridiza y presente.
Transitas -inútil- "como el semen de los ahorcados" , semilla de vida cuyo mayor posibilidad es la de secarse antes de caer al suelo... inútil y escurridiza.
No puedo recordar mucho más, no quiero decirte nada mas y no pretendo mentir con lo que siento; cuando digo que el "no decir" es la forma mas sutil que encuentro de mentir.
Justo ahora comienza a llover. Me gusta pensar que a veces la naturaleza -maternal- nos regala un espasmo de revelación... como intentando decirnos que no se nos olvide que somos seres humanos y que -como tales- también pertenecemos a ella... seres únicos e irrepetibles.
Creo que a veces la naturaleza se acerca y nos besa suavemente y nos recuerda en consciencia lo pequeños que somos... y la majestuosidad que que significa el darnos cuenta de lo que eso significa... y me sigo vertiendo en la pluma que improvisa.
Al ritmo de los gatos que va desapareciendo, cierro los ojos y me quedo aquí; mientras ellos se van, mientras tú regresas.
Creo -finalmente- que entiendo por qué te escribo; por qué al paso de los días sin saber de tí podré entender más de lo que ahora escribo; de por qué el deseo disrruptivo de beber tu voz resecará mi garganta un poco menos y llegará la esperanza de saber de tí.
La lluvia vuelve a caer -ahora mas intensa- los gatos chocan ahora mas violentos contra mi dolor de cabeza; cierro los ojos y los oídos y me imagino que estoy donde deseo estar en este momento... con  aquella mujer que Yo-La-Anda Ba buscando.



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