Te extraño

Te extraño en el recuerdo, en la emoción, en los pensamientos y en los sentimientos; todos los días y en los momentos menos esperados. Supongo que así es como se viste la nostalgia: intensa e inesperadamente.
A veces solo lo percibo, lo siento, lo agradezco y lo dejo fluir… a veces me atrevo a vivir inmerso en ese sentimiento.
Y es entonces que mi vida se vuelca en esa “extrañanza” y entonces:
Extraño tus hombros y acariciar tu espalda.
Extraño la rugosidad de tu quijada y la suavidad de la comisura de tus labios.
Extraño tus labios y tus besos…. pero sobretodo lo que tus labios y tu besos me permitían rebelar del entendimiento de este mundo; que en ese momento era tan simple, tan pleno, tan hermoso y completo que… simplemente te extraño.
Extraño tus hombros, tu cintura, tus caderas, tus muslos, tus piernas, tus nalgas, tus senos, tus pezones, tus calzones y también tus pantorrillas, tus muslos y tus rodillas de niña traviesa y feliz. Extraño tu paladar y también tu clítoris.
Pero sobretodo extraño la manera en que embona “todo eso” con mi existencia atónita y feliz.
Extraño cenar a cuenta gotas de “lo que hizo tu mamá”, pero sobretodo extraño desayunar lo que hacía “el nosotros” despertando en la misma cama.
Extraño las palmas de tus manos y también las de tus pies; te extraño, sobretodo, en las palmas de mis manos y de mis pies; creando instantes infinitos: buscándote, recorriéndote, encontrándote.
Extraño tus caricias disfrazadas de mirada y de sonrisa… y también tus regaños disfrazados de sonrisa y también de ojos aledaños, disfrazados de ausencia.
Extraño tu mirada amorosa y también tu mirada juiciosa; extraño sobretodo tenerte lo coincidencialmente cerca para, simplemente verte… y mirarte y observarte y poseerte y -así de simple- conseguir estar tan en nosotros.
Extraño los rincones que besé y también los que no me atreví a tocar con mis dedos, ni con mis labios, ni con mi lengua, ni con mi ser.
Extraño los rincones en que te encontré y también aquellos en los que te perdí por no atreverme a quizás perder.
Extraño los rincones en que me encontré cuando se dio; pero sobretodo aquellos en los que me perdí y en los que me pierdo en la sublime nostalgia de lo que nunca jamás sucedió.
Extraño tu vida mientras yo estaba allí y sobretodo extraño tu vida en la que me desvanecí.
Extraño nuestros instantes infinitos, tan abundantes de plenitud que duraban semanas, días, horas, segundos, miradas, susurros. Pero, sobretodo, extraño esos sorbos de plenitud que sucedían en un instante… que a veces duraba un susurro, una mirada, un segundo, horas, días, semanas, años, vida.
Te extraño mi vida y sobretodo extraño la vida cuando éramos nosotros.
Extraño tu aroma, tu aliento nocturno y también el mañanero; tus miradas, tus espasmos de presencia, tu plenitud y también tu abandono absoluto.
Extraño, sobretodo, los momentos en los que bastaba estirar el brazo para regresarte al “aquí y ahora” tan solo con tocarte con mi pulgar derecho.
En conclusión:
Extraño tus tristezas, pero sobretodo tus alegrías.
Extraño lo que fue, pero sobretodo lo que podría.
Mayo 27, 2017… 23:57 hrs


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