Y hoy me despierto con el alma cristalina

Aunque la noche de anoche me hizo recordar cuando de niño me cargaba el insomnio minutos antes de partir hacia "el otro lado", a ese viaje; a la reunión con la niña que amaba, como entiendo que ama alguien con diez años.
A la aurora me incorporo, despacio porque hoy desperté deprisa.
Hoy -como siempre sucede- no encuentro mejor motivo en el día que intentar llegar un poco mas temprano a la cita; tal vez sólo para no darte la oportunidad de que llegues tarde sin saberlo; tal vez para sentir vibrar mi cuerpo cuando siento que te acercas y recordar qué siento cuando te acercas.
La ansiedad comienza a invadirme, desde los pies hasta el alma; desde mi alma hasta tí. Entonces genero obligaciones urgentes que cumplir, hago una o dos y me agoto la mañana para no (des) esperar el momento de encontrarnos.
Continúo y sigo en el transporte público con conato de asalto y -mientras los guardias preventivos realizan el operativo- recuerdo cuando ayer me preguntaste si no había problema en que nos viéramos tan solo un momento... y yo dejé en mi lengua tartamuda una idea que todavía conserva su sabor.
...Nena -te diría- "si ha de ser así no esperes que pregunte ¿Cómo estás? ó ¿Qué haces por estos días? ó ¿Cómo está tu madre? ó ¿Cuándo nos titularemos?, ni siquiera esperes que responda a cuestiones similares; ni esperes que te preste demasiada atención cuando hables, ni que escuche lo que dices. Mucho menos esperes que intente comprender tu afluencia verbal, que la retenga, que la ordene, que la desmenuce, que la interprete ni que te diga -cuando la pausa ansiosa llegue-... clama, calma nena, todo va a salir bien".
No esperes esto, ni más; ni mucho menos, ni nada. Porque ahora se que será "solo un momento" y no tendré tiempo para ello, ni para más, ni para menos; ni para otra cosa que no sea levantar la mirada y ahogarla con la tuya y sentir el viento que transporta tu aroma y mirar tu corte nuevo y sentir tu alegría, tu nostalgia, tu extrañeza, tu miedo... tu miedo y mi miedo, nuestras ganas y desganas; nuestro crepúsculo y nuestro deseo. Ni sentir tu nerviosismo, tu temblar acalorado, tu frialdad reflexiva, tu insólita agonía, tu mas caro tesoro.
Y sentir, sentir y respirar y poseerte por completo, en cada impulso que provenga de tí; tenerlo y retenerlo hasta callar tu boca -no se si con un beso- y cantarte un bolero; ese, el que lleva tu nombre y acercarme un poco mas a tu oído y seguir cantando algo así como "hoy ten miedo de mí" porque "Te Amo".
Todavía sigo en camino, a punto de llegar con veinte minutos de retraso y -bueno- es lo mínimo que tú te podrías retrasar.
La Ansiedad recorre nuevamente mi cuerpo, no se si sea por el mas de cuarto de hora en espera, por no saber si habrás llegado ya o simplemente por no poder intuir la respuesta.
Pronto llego al destino. El lugar allí está: está el prado, están los árboles, los mismos transportes urbanos, la misma pinta de gente. Entonces miro, miro acá y allá y la lluvia chipetera es lo único medianamente ajeno y lo único que alimenta la ilusión de que "pronto llegarás".
Volteo, miro y luego regreso la vista, miro mi reloj, lo expulso. ¡Mierda!, ¡mierda! ¡mierda! ¡mierda! ¡mierda!...
Me siento, te busco con la mirada, te busco con la emoción, lo dejo. 
Recojo mi reloj del prado y continúo; finalmente recuerdo que... hoy desperté con el alma cristalina.

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