Y entonces esta tarde

...no pude ocultar mas mi pérdida y tuve que reconocer -con enorme tristeza- que hace años transitaba por mi incapacidad de sentir aquello que alguna noche te comenté.
Pero esta tarde nos vimos mas de lo usual, nos encontramos con la vista una y otra vez. Por fin, ya sentados frente al ajeno televisor, nos atrapamos con las miradas.
Y entonces algo me impulsó a asomarme a tus ojos y quise tomarte de las manos y rozar tu mejilla izquierda y disminuir la distancia y sentí calor y frío, rabia y ternura; pero sobretodo sentí miedo de leer allí lo que deseo, tal vez lo que quieres.
Y asombrado descubro que la pérdida aquella era temporal, que se volvió manifiesto lo latente.
Que renazco y me reconforto - nuevamente- con esa parte de mí que había perdido.
Que en mi estómago efervesce un casi irreconocible burbujeo hasta el pecho; hasta el corazón, hasta la garganta; hasta el lado obscuro de mi mente y de aquí hasta estos dedos que pintan sobre monocromático escritorio.
Y siento el calor de tu clamor ocular
y siento frío por saberlo indescifrable
y siento rabia por no saber si temerle o anhelarle
y siento ternura por sentirlo, abrazarlo, desearlo.

Y te siento aquí y allá, en cada burbuja que ronda por mi cuerpo, en cada aliento que oxigena los pulmones; en cada neurona cursi que me invita a escribir.
Y ahora que me vierto liberado, me pongo ansioso por descubrirte las mañas que aplicas para expresarlo.

Y compartirme contigo... y compartirnos.



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